Last week, I made a post covering the Dos and Do Nots of amnesia stories. What inspired it was the Steven Universe movie, which I personally thought was one of the best examples of how to make this kind of plot work.
So using the Four Elements I noticed as recurring in good memory-loss stories, I thought I’d use the film as a case study:
This is what Steven Universe has always excelled at, so of course it hit this one right on the head.
In many ways, amnesia is a threat perfectly suited for Steven. He is a character defined, more than almost any other I know, by his relationships. His love for Garnet, Amethyst, and Pearl is the defining aspect of the show, and its main plot has always been how the four of them worked together to grow and develop.
Taking those relationships away from him is probably one of the scariest things he could experience.
Then, we have the flip side; how the Gems themselves react to memory loss. This is given less focus than in most amnesia stories, since they all essentially react like computers being rebooted. It’s a different and fun take.
The Gems’ reactions comes from getting their memories back- and those moments are some of my favourites in the film. Amethyst surprise quickly transforming into joyous laughter. Pearl’s self-satisfied pride as she gazes down at herself. Garnet calmly and confidently bursting into song as she defends Steven.
Which leads us into the next point…
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“from way above”
Painted on PS [2020.10] Have a great day!!
Art Shop / Commission / Instagram / Tip Jar
A veces te asalta una sensación de fractura con una alegría casi incontenible por cosas que te emocionaban y te impulsan a direcciones distintas. A veces, en ésos momentos, me dan ganas de ser una sensación más que una persona. No lo has entendido, pero tú eres el cascabel, ahí donde más veces que la palabra “siempre” ahí regreso.
No necesitas de más promesas, sabes que a mi tampoco me van, pero no te llegarías a imaginar todo lo que volvería a pasar para conocerte a ti. Y tampoco te imaginarías todo lo que te quiero transmitir al verte, pero, al mismo tiempo, me reprimo. Por que seguramente, eso es lo que causas con tu don. Y no, no es malo. <3 Si alguna vez me buscas, estaré en los columpios.
Una historia ,que no habia terminado sigue su camino apezar de haberse separado ,vuelven a chocar caminos ,a chocar palabras a mirar sus rostros y sin mentiras poder seguir disfrutando de el egoismo de nuestras acciones ,y como venas las ramas de los arboles seran testigos de cada latido de esta historia
My high school OTP :( I was all about these kids for a few years, human Inuyasha especially.
Fanfiction
Kamisama Kiss
Nanami quiere darle un regalo a Tomoe, pero, ¿qué le podría dar cuando Tomoe es un gran Zorro Guardián que todo lo puede y todo lo tiene?
La rabia era patente, si es que su ceño fruncido y ropa llenos de pintura no eran lo suficientemente claros. ¿Cuándo fue que pensó que pintar sería algo tan benditamente sencillo sin ningun problema? Se había sobre-estimado, claramente. Aunque se sentía un poquito mejor como Diosa que había empezado a atender las oraciones de sus fieles, como humana sentía que seguía siendo la estudiante que dependía de los demás aunque se esforzara el doble por intentar hacer las cosas por su cuenta.
Nanami contempló el lienzo frente a ella. Había tratado de pintar un paisaje que recordaba un paraje tranquilo, lleno de árboles de cerezo y flores volando por ahi y por allá. El problema era que, sin darse el tiempo a que secara un poco la pintura y sin haber seguido el boceto inicial que le había ayudado a hacer Mizuki, se emocionó de más y se dejó llevar por su vena artista, como le había recomendado la serpiente. Le había faltado decirle cuánto tenía que dejarse llevar y cuánto tenía que respetar los trazos de la idea original.
Era un desastre y Nanami sentía la desesperación subir por su garganta hasta sus ojos. No voy a llorar, pensó. Una pintura no va a hacerme...
-¡No me salió nada! ¡Está arruinado!
Onikiri trataba de infundirle calma a su señora abanicando el cuadro para que se secara pronto y Kotetsu hablaba gentilmente.
-Ama Nanami, esto es de paciencia; si lo deja un rato más y vuelve en unos minutos le aseguramos que...
-¡Pero no quiero esperar!- Nanami agitaba el pincel por todas partes, como si fuera una varita mágica que terminaría el cuadro en un santiamén -¡Ya no queda mucho tiempo y Tomoe hace preguntas cada vez más y más molestas!
Y aunque a ella le molestaba, Tomoe sólo le preguntaba qué tanto hacía porque le daba curiosidad ver como un día ella se encontraba atiborrada de pruebas de telas y al otro se veía con múltiples y variados recetarios. Aunque nuna le diría, Tomoe había encontrado la escnea algo encantadora cuando la encontró rodeada de miles de pruebas de cerámicas en uno de los salones. Claro, antes de que ella levantara la mirada y furiosa corriera a deslizar con fuerza la puerta en su cara.
Él no entendía nada y había optado por mejor dejar a sus aires a Nanami cuando ella casi amenazó con ordenarle a través del pacto que cerrara el pico y no hiciera más preguntas.
Ese día Tomoe había salido a visitar al Tengu por unos cuantos pergaminos, o algo así le había dicho. Nanami tomó la oportunidad sin pensarlo. Corrió a pedirle a Muzuki ayuda con su nueva idea: regalarle un cuadro a Tomoe. Era una de las pocas sugerencias que le quedaban en su lista antes de que llegara Navidad y, Dioses, que la Tierra le ayudara porque ya no sabía que más podría hacer.
Todo comezó esa tarde en la cual Tomoe le trajo un precioso kimono. ¿Por qué? Sólo porque lo vió y supo que era perfecto para ella. Y aunque ela lo había dudado, cuando se lo vió puesto tuvo que admitir que Tomoe tenía razón. Tenía el fondo en degradado de blanco con azul ultramar, las mangas con remolinos de mar bordados en hilos plateados, al igua que las olas que evocaban a la Gran ola Kanagawa que rodeaban todo el borde inferior y cubrían toda la espalda. Y que decír del obi blanco bordado con patrones geométricos en múltiples tonalidades de azul. Nanami se había quedado tan embelezada y asombrada que Tomoe se rió hasta que ella sólo se sonrojó y besó tras un pequeño y tierno "Gracias".
Pero ella sentía que quería darle algo a Tomoe, no por el Kimono, si no por todo. Como un gesto de apreciación a todo lo que él había hecho para ella. Por todo lo que él significaba para ella. Por las veces que la había defendido, la había rescatado. Las veces que había cuidado de ella de peligros tan pequeños como una gripa o tan grandes como una araña de maisma. Tan imperturbables como los dioses del pasado o tan endebles como las hojas que caía sobre su cabello cuando el viento soplaba. También por todas las tardes que le había instruido sobre el templo y las peguntas infinitas que ella le hacía y que a veces colmaban la paciencia del zorro.
Quería darle algo hermoso, inesperado así como él era con ella. Por eso no quería que él supiera. Que fuera sorpresa.
Nanami, en medio de su furía con manchas pintorescas, rió bajito. Por eso el cuadro, que creyó sería una forma perfecta de plasmar la calma, gratitud y amor que sentía por y hacia él. Pero, al igual que todo lo anterior, lo había arruinado. Dejó el pincel en un vaso con agua cercano y se levantó. Quizás... sólo necesitaba aire fresco.
La semana anterior había estado llena de sus posibles planes y rotundos fracasos: había pedido ayuda al Dios-Diosa del viento para algunas danzas que, después de horas y horas de práctica la ayuda se desvaneció en el aire diciendo que tenía dos pies izquierdos. El tengu le había llevado por algunos comercios del submundo para encontrar los ingredientes para cerámica fina que ella podría realizar, pero que resultaron ser una estafa. Luego tuvo el apoyo de sus amigas, Ami y Himemiko quienes, por separado, intentaron ayudarle con algunas cosas de cocina tanto humana como sobrenatural para hacer un banquete como regalo. Las prisas lo habían estropeado todo. El estómago se le revolvió al recordar los resultados que le perseguirían en algunas pesadillas por algún tiempo.
Siguió caminando por el pasillo. El templo a sau alrededor concordaba con su humor.
También había intentado caligrafía -estaba de más decir lo que había sucedido cuando Tomoe abrió la puerta, sorprendiéndola y causando que muchísima tinta saliera volando. Y ni hablar del precio de regalar un traje; había pensado en regalarle alguna casaca que fuera a juego con el kimono que le había regalado. Recordó lo estática y patidifusa que se quedó cuando la tanuki del establecimiento le dijo el precio. Tuvo que disimular el estrangulo que se le arremolinó en la garganta para encontrar cualquier excusa de que no era de su agrado. Jamás en la vida ya fuera humana o Diosa, diría de nuevo que no tenía dinero, que no le alcanzaba.
Afuera brillaba el sol. Se tapó con la manta que dejaba cerca de la entrada en invierno y salió. El cambio de las sombras frías tan contrarias a la sensación quemante del astro rey de esa estación le dio razónes para sentir escalofrios.
Si todo lo que había intentado había fallado, ¿sería una señal divina de que no debía de intentarlo más? De que entre más intensamente buscaba conseguir algo, más escurridizo se le volvía entre las manos. El suspiro lleno de resignación se escuchó por todo el templo. Nanami se quedó un rato más, pensando que quizás Tomoe no necesitaba nada más, que era como el Sol; era la Tierra la que lo necesitaba a él, no al revés. Aunque se sintió todavía más miserable al pensar que incluso la Tierra le mostraba a esa bola amarilla todas las cosas que en ella crecían gracias a él, mientras ella no podía ni con una simple pintura para Tomoe.
Los días faltantes para Navidad se volvieron cortísimos y Nanami se había resignado a hacer los típicos onigiris que le hacía a Tomoe que tanto le gustaban. Se sentía un poco inservible de hacerle siempre lo mismo, pero se consolaba al pensar que siempre le quedaban bien -aunque Tomoe siguiera de payaso con que estaban desabridos. Siempre se los acababa y no dejaba que nadie más los tocara.
Esa noche todos se reunieron en el salón y poco a poco fueron llegando los invitados: dioses, amigas humanas, amigos sobrenaturales... Habían adornado todo el día anterior y las nubes de los intentos fallidos de las semanas pasadas se desvanecieron entre risas y juegos con el Tengu y las típicas peleas entre guardianes. Nanami sonreía cansada pero contenta, pues pese a todo el estar con sus amigos le hacía sentir que nada más importaba -siempre y cuando no empezaran de idiotas y se pusieran hasta las chanclas con el sake.
Kurama trajo unos regalos preciosos para todos, de sus últimos viajes al mundo humano en giras de conciertos. Tomoe se sorprendió cuando vio que le dió una chaqueta de cuero blanca, con un estilo bastante sobrio y elegante.
-Es de piel de serpiente, supe que te encantaría en cuanto la vi.- Misuki le dedicó una mirada asesina al tengu y decidió que le pondría algo alucinógeno a su sake mentras no miraba.
Tomoe sólo sonrió de lado -Que deteste a las serpientes no significa que me vestiría con ellas. - Mizuki decidió que serían dos dosis entonces.
La comida llegó por parte de los familiares de Kurama y la esposa del rey del Mar, que se disculpó por no poder llegar. Y mientras estaban entretenidos con la comida entre que daban regalos -no querían sentirse tna humanos esperando a las doce- empezaban juegos y canciones o sólo recordando memorias, Nanami se disculpó y salió un rato. Tomoe la siguió con la mirada hasta que cerró la puerta.
Había hecho regalos pequeños para todos, como pequeños cepillos decorados y cajas aromáticas. -Pero para Tomoe sólo unos onigiris.- murmuró con derrota mientras caminaba a la cocina por el regalo de su guardián. Trataba de decirse a si misma que no importaba, que lo había intentado y que sólo tendría que practicar mejor la pintura -decidió que eso era lo que haría para los próximos meses, pues se negaba a perder contra un pincel. Los onigiris la esperaban en la mesa. Los miró. Se imaginó que el próximo año mejoraría y le daría algo mejor que eso. Decidida y un poco más contenta, los tomó. En eso, unos pasos detrás de ella le hicieron voltear y los onigiris casí salen rodando por el plato.
Tomoe alcanzó con facilidad en el aire el onigiri que había logrado escapar. Sonrió.
-¿Son para mi?
Nanami lo miró y asintió. -Tan desabridos como siempre- la sonrisa socarrona le asomó a ambos. Tomoe le dió una pequeña mordida al que ya tenía en la mano sin dejar de ver a Nanami.
El silencio entre ellos era tranquilo, pero sin duda había cierta tensión que impedía que la alegría en el otro salón llegara del todo a ellos. Aunque notaba la cara de Tomoe pacífica, Nanami pensó si no estaría un poco decepcionado al encontrar lo mismo de siempre como regalo para él. Queriendo salir pronto de ahí, Nanami le tendió el plato alargado de madera. Tomoe lo tomó, pero colocando sus manos sobre las de ella.
Oh, pensó la Diosa, como si hubiera podido irse fácilmente.
-¿Seguirás sin decirme qué ocurrió en las últimas semanas?- La voz de Tomoe no era agresiva, era gentil pero fuerte.
Nanami sabía que mentir con una historia sencilla no serviría de nada, Tomoe la olfatearía y entonces sí empezaría una discusión. Aguantando un suspiro, sólo lo miró. -Quería darte algo más que sólo onigiris.
El zorro movió las orejas, extrañado. -Podrías darme menos dolores de cabeza...- empezó a bromear pero Nanami jaló un poco sus manos para soltarse. Él no la soltó de su suave y firme agarre. Obtendría respuestas, quisiera ella o no. -¿Por eso toda la tinta y pintura en las paredes?
Nanami volteó rápidamente- ¿Cómo lo...?
-Aunque quitaras bien las manchas, al llegar al Templo me mareó un poco el oler todos esos colores en la casa.
Nanami se sonrojó. Pero asintió. -Quería darte algo bello. Siempre...- suspiró - Siempre llegas de la nada y me traes cosas preciosas que a veces pienso que un simple gracias no es del tamaño que mereces. Son cosas tan bonitas que traes... y no sólo eso. Estas para acompañarme cada que no entiendo algo o cuando los Dioses se ponen sus moños en las fiestas, me proteges y... - vió los ojos de Tomoe que brillaban como cuando quería interrumpir - y sé que aunque digas que es tu obligación, hay algo más que sólo eso en tu corazón. Ambos lo sabemos, porque en el mío igual. Y yo sólo... Yo sólo quería darte un regalo mejor, como los que tú me das.
Una risita ligera salió de los labios finos del zorro. Y luego, soltando una de sus manos, le acercó a él para depositar un beso en su frente.
-Que Diosa tan tonta.
Nanami se dejó hacer. El peso que sentía en su pecho se deshizo poquito a poquito, pero no del todo.
-Nanami, cuando los fieles te traen ofrendas, ¿qué es lo que ves?
Esa pregunta no se la esperaba. Recordó las múltiples ofrendas: cartas, adornos, fruta, esculturas de todo tipo, dibujos... -Veo sus intenciones... sus plegarias... los corazones que plasman a través de sus palabras e intenciones.
-Ajá... muy bien. ¿Importa mucho si es una estatua del tamaño de un caballo o del tamaño de un pétalo?
-No, en absoluto - se apresuró a determinar la Diosa -Lo que importa es que viene de ellos y de sus corazones.
-Exacto. - Tomoe se separó de ella y le deslizó una mano por la mejilla -Así como sus corazónes, lo que importa son las manos las que lo entregan.- Bajó la mirada a la mano que aún la sostenía y el plato de onigiris. -Nanami, el verdadero regalo siempre, siempre son las manos que lo entregan.
Le besó una vez más la frente, se inclinó para besar sendas manos suyas y al enderezarse una sonrisa socarrona le cruzaba la cara. -Y sobre todo eso es lo más importante contigo. -rió bajo y Nanami rió con él. -Aunque sean sólo onigiris, para mi son un tesoro porque fueron hechos por esos dedos que tanto me gustan.
-¿Podemos regresar con los demás o vas a seguir alabando mis dedos?
-Regresemos, -murmuró el contra su cuello -para el resto tengo toda la noche.
F I N
Notas de autora: Muchas gracias a los bonitos reviews que han dejado en los one-shots anteriores, gracias infinitas! Puedo descansar en paz un poco más porque por fin escribí sobre una pareja que es preciadísima, me encanta y me inspira muchísimo.
Besito, xo
¿Siguiente historia?
throwback to when patrick tweeted me !!
lio fotia doodlies from twitter 🙂
Asakusa, Tokyo
Siempre estaré acá para que te desahogues, algunas veces te regalare palabras, otras te escuchare en silencio mientras te abrazo y en otras te ayudare con mis manos a que te levantes del lodo.
(via
un-chico-escribiendo
)
He de admitir que cuando te veía, estos pensamientos eran los que sentía.
Hiroshi Yoshida (Japanese, 1876-1950) - Tsurigizan Morning, 1926
The timid fan-girl who loves to draw and write. ff.net Nerondy Nainfor
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